viernes, 30 de diciembre de 2011

I love someone, mum.

Estos días sonrío. 
Mi madre me mira alucinada cuando me levanto de un salto de la cama en vez de quedarme todo el día arrebujada debajo del edredón. Cree que no la veo cuando se asoma desde la esquina del pasillo para ver cómo me pongo guapa, cómo me pinto los ojos y me doy brillo en los labios, arreglándome como hace tiempo que no hacía. Después me ve salir de casa dando saltitos, con las piernas temblando por los nervios; y vuelvo con una sonrisa tan grande que me duelen las mejillas. En la cena me río por cualquier cosa, hablo más de lo que había hablado en los últimos cinco meses, bromeo y hago tonterías.
"Pareces feliz" me comenta, cautelosa, como si temiera que de un momento a otro su hija apática y taciturna fuese a volver.
Mi madre cree que estoy viéndome con alguien, que me he vuelto a enamorar. Se ha dado cuenta de que tengo el mismo brillo en la mirada, que sonrío con las mismas ganas, que de repente vuelvo a comer, y a dormir, y a hablar. A veces me hace insinuaciones sobre ese chico misterioso, y yo me sonrojo y empiezo a reírme como una niña tonta, lo que no hace más que aumentar sus sospechas.
Ella cree que me he curado de ti.
¿Pero qué diría si supiera que quien me espera debajo de casa metido en un coche rojo eres, precisamente, tú? ¿Qué diría si supiera que no hay nadie nuevo, que no va a haberlo, que sigues siendo el de siempre? ¿Qué diría si supiera que sigo siendo tuya, que no quiero encontrar a otro alguien, que todo lo que un día pareció morir está renaciendo?
¿Qué diría si supiera que el chico misterioso eres tú, el mismo cabrón que me ha jodido la vida?

jueves, 29 de diciembre de 2011

Pero dime ven.

Si tú me dices ven lo dejo todo, si tú me dices ven será todo para ti. Mis momentos más ocultos también te los daré, mis secretos que son pocos serán tuyos también. Si tú me dices ven todo cambiará, si tú me dices ven habrá felicidad, si tú me dices ven, si tú me dices ven. No detengas el momento por las indecisiones, para unir alma con alma, corazón con corazón. Reír contigo ante cualquier dolor, llorar contigo, será mi salvación. Pero si tú me dices ven lo dejo todo, que no se te haga tarde y te encuentres en la calle, perdido, sin rumbo, y en el lodo. 
Si tú me dices ven, lo dejo todo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La vida me sorprende.

Pero, de vez en cuando, quizá también a menudo, ella vuelve a pensar en él. Y de vez en cuando él la llama, se ven, se escapa un beso y quizás algo más, luego se pelean y ella vuelve a decir: "¡Es un imbécil!"
¡Es un imbécil pero le quiere!
¿Qué sentido tiene querer así a alguien?
Bueno, debe de ser verdad, el amor es así, no sabes hacia dónde va, de repente aparece un nuevo personaje y se complica todo.
-Ya vale, pero ¿qué le ves a alguien como él? ¡Es un hijo de puta!
-Ha cambiado un montón, ¡te lo juro!
Pero luego se descubre que ese montón es pequeñísimo y que él sigue siendo el mismo.
-¡Se acabó, basta! -Y es la última vez que se ven.
Sin embargo, los dos saben que no será la última, que habrá otra y otra más...

martes, 20 de diciembre de 2011

Levántate.

¿Tú oyes como late mi corazón?
Yo no, se debe haber descargado.
O no, quizá sí se perciba el fantasma de un latido.
Y todavía se quedará así un tiempo.
Me tocará acordarme de él y será triste o quizá sea bonito, será ridículo o quizá sea muy serio.
Me acordaré de él, de lo que hubo y de lo que no  habrá, de lo que me hubiera gustado que hubiera y no había.
Sin embargo, esta noche me hago una promesa: nunca más dejaré que me tomen el pelo, ni me arreglaré para ir a una cita, ni esperaré llamadas que nunca llegan, ni me pondré a imaginar su sonrisa, su nariz, su pelo; ni me moriré de pena, ni me preguntaré si quiere un beso o algo más, si es que llega el momento de perder la cabeza.
Amaré las canciones, los libros, el mar, las puestas de sol, los árboles... Sé que siempre estarán ahí para mí.
El amor de los hombres es distinto, se va moviendo, va pasando de una cama a otra. ¿Y dónde está él ahora?
Quizá ya ha vuelto a su casa, a sus sábanas, y quizá, por un segundo, él también se lo pregunta: ¿por qué?
¿Por qué se acaba? Y sobre todo, ¿por qué empieza?
Cenas de sonrisas, piernas cruzadas, manos que se sienten solas... ¿Por qué empieza?
Con las personas más absurdas, con esas que si las conoces las evitas, con esas con las que nunca funcionará aunque te parezca por un instante que va de maravilla... ¿Por qué empieza?
No consigo encontrar una respuesta válida, ni una sola.
Y pienso que me he equivocado en todo, desde el primer momento. Y me preguntó qué habría pasado si hubiera aceptado su cita, si hubiéramos hablado, si no hubiese decidido acabar con todo, si le hubiera enviado más mensajes de esos que le gustaban, si no hubiera apartado su cuerpo del mío esa vez, esas veces...
Quizás hubiera sucedido lo mismo, quizá no.
Quizás haya sido mejor así.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

XII.XII.MMIX

Ya ha llegado diciembre. Muy atrás queda ya el calor del verano, esos días de piscina y Sol en los que nos tumbábamos uno al lado del otro y nos besábamos hasta que nos dolían los labios. 
Ya está aquí el invierno, y con él, los recuerdos. Lo increíblemente azules que me parecieron tus ojos la primera vez que te besé. Tus manos heladas recorriendo la curva de mi cintura. Tu boca inexperta abriéndose camino entre mis piernas. Las palabras más sinceras que he oído nunca, un millón de promesas por cumplir.
Dos años.
Y las promesas, las cumpliste todas.

XII.XII.MMIX

Ya ha llegado diciembre. Muy atrás queda ya el calor del verano, esos días de piscina y Sol en los que nos tumbábamos uno al lado del otro y nos besábamos hasta que nos dolían los labios. 
Ya está aquí el invierno, y con él, los recuerdos. Lo increíblemente azules que me parecieron tus ojos la primera vez que te besé. Tus manos heladas recorriendo la curva de mi cintura. Tu boca inexperta abriéndose camino entre mis piernas. Las palabras más sinceras que he oído nunca, un millón de promesas por cumplir.
Dos años.
Y las promesas, las cumpliste todas.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Delirio XXII

Me encontrarás perdida en cualquier bar. Con los labios rojos y el rímel corrido de tanto llorar. Borracha de amor, colgada del brazo de algún chico guapo, que me besa en la boca con la esperanza de pasar un buen rato en mi cama y marcharse mañana. Y me dejo hacer, me rozan sus dedos y siento tu tacto electrizándome la piel. Y cuando me besa me sabe a tu boca, a tus besos de ron con coca-cola. Susurra palabras en mis oídos, mientras yo escucho cómo se aceleran tus latidos. Y me hace el amor. Yo cierro los ojos y aún puedo sentirte, jurándome entre gemidos que nunca vas a irte. Y mientras él cree que me está haciendo suya, tu lengua traviesa lame las heridas que has dejado en mi piel, marcándome a fuego que soy para ti y no de él. Tus ojos azules se clavan en mi alma, recordándole a mi calma las promesas que me hiciste aquella vez, que para toda la vida tú y yo íbamos a ser, que nunca, jamás, me dejarías de querer.

I.

Diciembre.

Quizás bastaba respirar, solo respirar muy lento. Recuperar cada latido en mí, y no tiene sentido ahora que no estás, ahora dónde estás. Porque yo no puedo acostumbrarme aún. Diciembre ya llegó. No estás aquí, yo te esperaré hasta el fin. En cambio no, hoy no hay tiempo de explicarte, ni preguntar si te amé lo suficiente. Estoy aquí, y quiero hablarte ahora.
Porque se rompen en mis dientes las cosas importantes, esas palabras que nunca escucharás. Y las sumerjo en un lamento, haciéndolas salir, son todas para ti, una por una aquí. Las sientes ya, besan y se posarán entre nosotros dos. Si me faltas tú no las puedo repetir, no las puedo pronunciar.
En cambio no, me llueven los recuerdos de aquellos días que corríamos al viento. Quiero soñar que puedo hablarte ahora. En cambio no, hoy no hay tiempo de explicarte, también tenía ya mil cosas que contarte, y frente a mí mil cosas que me arrastran junto a ti.
Quizás bastaba respirar, solo respirar muy lento.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Delirio XXI

Cerraba el portal deprisa y subía las escaleras, sin mirar atrás.
Corriendo.
Porque es instintivo pensar que si te vas corriendo será más fácil no darte la vuelta. Porque te parece que cuanto más lejos estés, más pequeño y distante verás lo que dejas a tu espalda.
Pero las reglas de la perspectiva no son válidas en el amor. Puedes alejarte mil kilómetros, meses, años, pero sólo con volverte un segundo, con bajar un poco las defensas y dejarte vencer por el recuerdo, allí estará, guapo como siempre, con sus ojos pegados a los tuyos, con su mano intentando retenerte, con su barba de algunos días que te irrita la piel, con su boca que viaja sobre tu cuerpo, viaja, sí, porque el amor utiliza extraños medios de transporte.
Bastará ese instante para que al final comprendas que no te has alejado tanto, que no has recorrido mucho camino. Será suficiente para que te sientas frágil, para que vuelvas a sentir esa ansiedad.
Pero todo eso lo comprendí más tarde.
En ese momento me bastaba con huir, subir la escalera deprisa y empezar a pensar en olvidarle.
Pero luego me lo encontraba en el corazón, en un gesto distraído que a él tanto le gustaba, en el pelo suelto para ser acariciado mejor, en la ropa de la primera cita, en los zapatos de la huida, en el pelo color carbón de un chico que paseaba por la calle.
Me lo encontraba debajo de mi casa, en la penumbra de la entrada.
Una rosa en una mano y un "perdona" en la boca.
Y muchas promesas...
Muchas.
-Será todo distinto -decía.
Aceptaba la rosa y le creía.
Subía la escalera con nuevas alas en los pies, con ganas de ponerme a caminar, de nuevo, a su lado.
Cogía la rosa y la ponía en un jarrón.
¡Cuánta agua le daba, cuánta energía!
Pero después de unos días se había marchitado y sabía a viejo.
Nuestro amor era un poco como ella.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Que sin ti todo se vuelve gris.

Que sin ti el ron me sabe a mar, las sabanas me arañan, la almohada te echa en falta. Que sin ti las sombras que me inundan dan más miedo que nunca, los monstruos me perturban. Porque sin ti la tempestad mi calma, la vida es una trampa, hay todo y no hay nada.
Porque sin ti que sin ti la gente me pregunta en que día morí, y yo les respondo desde que decidiste irte de aquí.


28.

Dos años desde nuestro primer beso.

¿Dónde ha quedado todo?

domingo, 27 de noviembre de 2011

No sé qué decir...

Todo se ha ido a la mierda.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Tú...

¿Qué cojones escribo yo hoy?
Solo dos palabras: TE QUIERO.
Para cualquiera que las lea expresan lo justo, pero él sabe todo lo que conllevan. Todo.
Te voy a querer siempre.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Delirio XX

El mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma y nos hace aspirar a más, nos enciende el corazón y nos trae paz a la mente. Eso es lo que tú me has dado, y lo que yo esperaba darte siempre.

sábado, 19 de noviembre de 2011

I.

¿Has amado alguna vez a alguien hasta llegar a sentir que ya no existes? ¿Hasta el punto en el que ya no te importa lo que pase? ¿Hasta el punto en el que estar con él ya es suficiente, cuando te mira y tu corazón se detiene por un instante? 
Yo sí.

Delirio XIX

El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de las manecillas del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas inexplicables. Pero pasar, pasa. Incluso para mí.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Rota.

¿De cuántas maneras se puede destrozar un corazón y esperar de él que siga latiendo?

Delirio XVIII

¿Alguna vez has tenido un gran amor? No uno de esos con los que te vas de bares o de excursión, sino uno de los que llevas clavados, y se te agarran y ya no se sueltan.
El mío es él. Y sé que nunca funciona, que nunca sale bien, pero entonces aparece con esa sonrisa de niño y parece que esta vez va a ser perfecto.
¿Y qué más da que vaya y venga un millón de veces? Yo también tengo derecho a equivocarme, ¿no?

Delirio XVII

Él es la razón por la que me levanto todos los días, y también es la razón por la que no me quiero levantar. Y, ¿sabes una cosa? Yo también me despierto abrazada a un hueco vacío, todas las mañanas...

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Comienzos.

Llevaba una camiseta de tirantes, y no me había cogido el abrigo. Involuntariamente, empecé a tiritar. Él se dio cuenta.
-¿Tienes frío? –me preguntó.
Yo asentí con la cabeza, esbozando una tímida sonrisa. Él comenzó a quitarse la chaqueta.
-¿Qué haces? –quise saber, extrañada.
-Pues darte la chaqueta, acabas de decir que tienes frío –me contestó, como si aquello fuera lo más normal del mundo.
Yo me quedé boquiabierta. Nunca ningún chico me había ofrecido su chaqueta, y menos nada más conocerle. Estaba acostumbrada al típico egoísmo masculino.
-¡No, ni se te ocurra! –exclamé, sujetándolo para evitar que se la quitase del todo. –Si me la das, quien tendrá frío serás tú.
Él se liberó de mis brazos con suavidad y se deshizo de la prenda.
-Prefiero pasar frío yo antes de que lo pases tú –me dijo, con voz dulce.
Aquella frase me dejó todavía más asombrada. ¿De dónde salía aquel chico? Creía que esa caballerosidad solo era un mito, que ya no había hombres así. Maravillada, dejé que me metiese los brazos por las mangas y que me cerrase la cremallera hasta arriba, con unos movimientos que me parecieron tiernos.
-Si me permites, me voy a echar un meo, que ya no puedo aguantar más. Ahora mismo vengo, no te vayas, eh.
Lo vi alejarse hacia una esquina, en camiseta de manga corta. Ahora era él quien tiritaba. Mi amiga se me acercó sin que me diese cuenta y me tocó en el hombro.
-¿Qué pasa? –me preguntó, con una sonrisa traviesa.
Yo me giré hacia ella.
-¿Has visto lo que acaba de hacer? Impresionante, creo que se está muriendo de frío ahora mismo.
-Parece que le gustas.
Sentí que un escalofrío recorría mi cuerpo cuando oí esas palabras. Intenté convencerme a mí misma de que era por el frío.
-No digas tonterías, solo está siendo amable… Demasiado amable.
Suspiré, pensativa. Pero entonces alcé la cabeza y lo vi venir, sonriente. Le devolví la sonrisa y todos los malos pensamientos se alejaron de mi mente.
-Ya he terminado. Ahora ya no soy un puñetero subnormal congelado que se mea… Solamente soy un puñetero subnormal congelado.
Me mordí el labio, sintiéndome culpable, y comencé a bajarme la cremallera de la chaqueta.
-Eh, para –me sujetó las manos con las suyas, y sentí su tacto en mi piel. Me estremecí y alcé la mirada hasta encontrarme con sus ojos. Él me sonreía. –No te voy a negar que tenga frío, pero no quiero que te quites la chaqueta.
-Entonces, ¿qué puedo hacer? No voy a dejar que tú te congeles mientras yo estoy aquí calentita.
Él esbozó una sonrisa pícara.
-¿Qué te parece si me das un poco de calor corporal?
No pude evitar que se me escapara una carcajada. Aquel chico rebosaba naturalidad y parecía que se había dejado olvidada la vergüenza.
-Pero… serás aprovechado. ¿Se puede saber qué quieres?
-Me conformaré con que me abraces.
Sin dejar de sonreír, y sin pedirme permiso, me rodeo la cintura con su brazo. Cuando quise darme cuenta, yo había hecho lo mismo con el mío. Y así, cogidos el uno del otro, echamos a andar siguiendo a los demás, que ya estaban bastante por delante de nosotros. Ahora la conversación se había reducido a dos interlocutores. Él y yo nos hablábamos en un tono más bajo, mucho más íntimo.
-Puedo conseguirte dos entradas para el concierto de mañana, si quieres –me dijo. –Y totalmente gratis.
-Vaya, ¿de verdad? No quiero parecer interesada, pero eso sería genial.
-Solamente lo hago porque eres tú, eh…
Sonreí.
-¿Y qué tengo yo de especial?
De pronto, él puso su otra mano en mi cintura y tiró de mí hasta colocarme frente a él. Nuestros rostros casi se rozaban. Se me aceleró el pulso.
-Mucho –dijo, mirándome a los ojos.
Por un momento sentí ganas de besarle. Bajé la cabeza, turbada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué coqueteaba de aquella manera tan descarada con un desconocido? Pero en realidad, parecía que lo conociera de toda la vida. Desde luego, a ojos del resto de la gente, esa sería la impresión que daríamos, la de dos adolescentes que se conocían bien, que mantenían una relación, la de dos novios. Noté calor en mis mejillas y me obligué a mí misma a soltar su mano de mi cintura y dejar el abrazo como estaba antes. Él no dijo nada, sino que siguió sonriendo como si el gesto no le molestara lo más mínimo.
Seguimos hablando durante un rato. Yo seguía amarrada a él y le apretaba la cintura cada vez que notaba que temblaba de frío. Hacía tiempo que no me sentía tan bien, tan libre y alejada de mi vida real.

Delirio XVI

Perdona que te escriba, prometí nunca volverte a molestar, y es verdad, no soy capaz, soy una cobarde. Recuerdo cada día, cada instante en que tú fuiste mi mitad, y mucho más, fue sin dudar algo insuperable.
Y sin embargo ahora ya no sé ni respirar. No puedo estar más sin ti, no puedo olvidar tus labios, quiero saber si tú también te has roto en mil pedazos.
Perdona que te insista, pero es que me cuesta tanto comprender que esta vez tenga que ser algo irremediable.
Y sin embargo ahora ya no sé ni respirar, y cada sentimiento es un puñal. No puedo estar más sin ti, no puedo olvidar tus labios, quiero saber si tú también te has roto en mil pedazos.
Y rota en mil pedazos sin saber cómo olvidar, si cada sentimiento es un puñal. No puedo estar más sin ti, no sé que hacer para olvidarlo, quiero creer que tú también te has roto en mil pedazos.

Delirio XV

No es fácil, a veces sientes que te partes en mil trozos. Nostalgia de dias que ya ni si quiera pareces haber vivido. Momentos demasiado recientes que ahora son inimaginables. ¿Hasta qué punto pueden cambiar las cosas? ¿Es posible reconstruir las ruinas que han quedado de lo que fue?
De repente te das cuenta de que todos esos muros que se construyeron en el pasado se han ido debilitando poco a poco, y ni si quiera sabes si todavia estan de pie. Parece mentira que lo difícil supiese superarse y lo fácil se haya abandonado de esa manera.
A veces cierras los ojos muy fuerte y piensas con todas las ganas que puedes en aquellos tiempos, pensando que si deseas algo con mucha intensidad, acabará por volver.
Pero, desgraciadamente, sabes que no va a hacerlo.

Por verte sonreír.

Hace tiempo prometí escribirte una canción. Como siempre, mal y tarde, la tienes aquí. Sabes bien como soy, que no suelo mentir, siempre que lo hice fue por verte sonreír. 
Llámame, te quiero escuchar. Ya lo ves, no siempre me va bien. Al cantar me duele el corazón, y enloquezco cada noche en cada actuación.
Fui yo quien dijo no, y ahora, en la misma mesa, se me enfría el café mientras dices que te va bien. Tranquilo, ya no volveré a llamar, no me volverás a ver, esta vez me marcho para no volver.
Llámame, te quiero escuchar. Ya lo ves, no siempre me va bien. Al cantar me duele el corazón, y enloquezco cada noche en cada actuación.
Y ahora, cansada de mirar tu foto en la pared, cansada de creer que todavía estás, he vuelto a recordar las tardes de café, las noches locas que siempre acababan bien. Y me he puesto a gritar estrellando el whisky en la pared.
Por verte sonreír, he vuelto yo a perder.

martes, 15 de noviembre de 2011

I.

Si te quedas quieto ahí, yo te grabo en mi cabeza cuando no paras de reír.

Delirio XIV

¿Quién canta para ti, desde que no estoy? ¿Con quién bebes tequila cuando no te sientes bien? ¿Quién te dice al oído, "quédate"? ¿Con quién compartes ese calendario de la pared?
¿Quién te espera al salir, cuando dan las diez? ¿Quién se ríe contigo delante de un café? ¿Con quién escucharas esa canción? ¿Quién es la encargada de amueblarte el corazón?
¿Quién te enseña París, Venecia, Nueva York? ¿Quién te arranca la ropa dentro de ese ascensor? ¿Con quién subes la cuesta de cada fin de mes? ¿Quién hace lo que hice yo, pero al revés?
¿Quién tiembla cuando lloras? ¿Quién te recuerda que no estas solo? ¿Quién es tu nuevo vicio? ¿Quién te ha salvado de mis precipicios?

Delirio XIII

Y me siento estúpida. 
Sin solución. 
Si te dejo ir, no creo que hagas nada para volver. Vas a pensar que es lo mejor. Si te sigo esperando, si te sigo buscando, sé que te gusta. Pero me siento estúpida. Si pudiera hacer desaparecer el pasado, mi dolor, mis desilusiones. Si pudieras espantar mis miedos, secar mis lágrimas y darme un nuevo aire. Si pudiera ser quien te rescate, quien te haga sentir que se puede. Si pudiera creer en tí. Si tan solo pudieras ver un poco lo que hay en mí. Si el destino nos volviera a unir. Si la distancia no existiera. Si pudieramos fundirnos en un abrazo eterno y dejar atrás nuestras tristes historias. Si nuestro presente fuéramos nosotros, y no la nostalgia de otros momentos. Si me quisieras más de lo que tengo miedo que me quieras. Si sirvieran de algo estas fuerzas y estas ganas. Si la voluntad pudiera llevarme a tu lado. Si supieras que te busco, día y noche. En cualquier lugar. Si supieras que eres mi primer pensamiento del día y mi último antes de dormir. Si supieras que necesito soñarte y abrazo mi almohada pretendiendo tu cuerpo a mi lado. Si supieras la desesperación correr por las venas y la necesidad de tu calor que me hace temblar el pulso. Si supieras que extrañarte duele en la garganta, en los músculos, en la piel y en los poros. 
Si supieras más de mí.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Una entre un millón.

La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funde en una razón prudente.
Puestos a escoger, a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo.
La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la épica.
Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió.
Unos afroamericanos habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió.
Que los Barón Rojo volvían a tocar juntos era improbable, pero también sucedió.
Nadal desbancando del número uno a Federer.
Una periodista convertida en princesa.
El 12-1 contra Malta.
El amor, las relaciones, los sentimientos… no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables, porque lo improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase es que puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Delirio XII

Y se ríe, y echa la cabeza hacía atrás, y de nuevo su risa. Y otra vez... Otra vez tú. Pero no teníamos que volver a vernos... Y siento todo mi dolor. Lo que no sé, lo que no he vivido, lo que ahora me falta. Para siempre. ¿Cuántos brazos te han estrechado para convertirte en lo que eres? Qué importa. Al fin y al cabo, él no me lo dirá, por desgracia. Por eso me quedo en silencio. Y lo miro. Pero no lo encuentro.
Entonces voy a buscar esa película en blanco y negro que ha durado dos años. Toda una vida. Esas noches pasadas en el sofá. Lejos. Sin conseguir darme una explicación. Arañándome las mejillas, pidiendo ayuda a las estrellas. Fuera, en el balcón, fumando un cigarrillo. Siguiendo después ese humo hacia el cielo, arriba, más arriba,  más aún... Allí, donde precisamente habíamos estado nosotros. Cuántas veces he nadado en ese mar nocturno, me he perdido en ese cielo azul, llevada por los efluvios del alcohol, por la esperanza de encontrarlo otra vez. Arriba y abajo, sin tregua. Por Hydra, Perseo, Andrómeda... Y abajo, hasta llegar a Casiopea. La primera estrella a la derecha y después todo recto, hacia la mañana. Y otras muchas. Y a todas les preguntaba: "¿La habéis visto? Por favor... He perdido mi estrella. Mi isla, que no existe. ¿Dónde estará ahora? ¿Qué estará haciendo? ¿Con quién?".
Y a mi alrededor, ese silencio de esas estrellas entrometidas. El ruido molesto de mis lágrimas agotadas. Y yo, estúpida, buscando y esperando encontrar una respuesta. Dadme un por qué, un simple por qué, cualquier por qué. Pero qué idiota. Ya se sabe. Cuando un amor se acaba se puede encontrar todo, excepto un por qué.

Delirio XI

Sobre una bandeja de plata, abriendo los brazos en una reverencia infinita, mostrándote mi regalo, lo que sentía por ti: un amor sin límites. Aquí tienes, ¿ves?, todo esto es tuyo. Solo tuyo. Más allá del mar y en el fondo, allí abajo, más allá del horizonte. Y aún más, más allá del cielo y más allá de las estrellas, y aún más, más allá de la luna y más allá de lo que se esconde. Eso es, éste es el amor que siento por ti. Y más aún. Porque esto es solo lo que podemos saber. Te amo por encima de todo aquello que no podemos ver, por encima de lo que no podemos conocer. Ya está eso es quizá lo que también hubiera querido decirte. Pero no pude. No pude decirte nada que tuvieras ganas de escuchar. ¿Y ahora? ¿A quién puedo mostrarle estas maravillas de ese gran imperio que le pertenecían? Te miro y ya no estás. ¿Dónde te has metido? ¿Dónde está esa sonrisa que me convertía en náufraga de certezas, pero tan segura de felicidad? Querría escapar pero no hay tiempo, ya no hay tiempo. Aquí estás.

Delirio X

"¡Lucha! ¡Maldita sea, sigue luchando!"
"¿Por qué?"
Ya no quería seguir peleando. Y no eran ni el mareo, ni el frío, ni el fallo de mis brazos debido al agotamiento muscular los que me hacían resignarme a quedarme donde estaba. No. Me sentía casi feliz de que todo estuviera a punto de acabar. Era una muerte mejor que las otras a las que me habría enfrentado. Una muerte curiosamente apacible.
Pensé brevemente en los tópicos, como el de que supuestamente uno ve desfilar su vida entera ante sus ojos. Yo tuve más suerte. Además, ¿para qué quería una reposición?
Le estaba viendo a él, y no tenía ya voluntad de luchar. Su imagen era vívida, mucho más definida que cualquier recuerdo. Mi subconsciente lo había almacenado con todo detalle, sin fallo alguno, reservándolo para este momento final. Podía ver su rostro perfecto como si realmente estuviera allí; el matiz exacto de su piel, la forma de sus labios, la línea de su mentón, el destello dorado de sus ojos encolerizados. Como era natural, le enfurecía que yo me rindiera. Tenía los dientes apretados y las aletas de la nariz dilatadas de rabia.
"¡No hagas esto! ¡No!"
Su voz sonaba más clara que nunca a pesar de que el agua helada me llenaba los oídos. Hice caso omiso de sus palabras y me concentré en el sonido de su voz. ¿Por qué debía luchar si estaba tan feliz en aquel sitio? Aunque los pulmones me ardían por la falta de aire y las piernas se me acalambraban en el agua gélida, estaba contenta. Ya había olvidado en qué consistía la auténtica felicidad.
Felicidad. Hacía que la experiencia de morir fuese más que soportable.
"Adiós. Te amo." Fue mi último pensamiento.

martes, 8 de noviembre de 2011

Delirio IX

Momentos de añoranza, de arrepentimiento, de sonrisas entrecortadas, miles de emociones que recorren la piel, miles de horas vividas. Querer volver al pasado para hacer y decir todo aquello que se quedo en el tintero, volver al pasado a por aquellos abrazos que ahora nunca vendrán... Pero ya sé, esto es solo un momento de nostalgia.


Lo quiero desde mis entrañas. Lo necesito igual que a mi hígado, a mi cerebro, a mis ojos. Sin él se me rompen los huesos, se me derriten los pulmones y no puedo respirar... me hace falta para vivir.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Delirio VIII

¿Alguna vez has sentido que vives una vida que no es la tuya?
Llevaba unos días sintiéndome extraña, como si algo no encajara, como si algo no fuera bien. Cuando me he despertado esa sensación era más fuerte que nunca, no era capaz de pensar en otra cosa, y no entendía por qué. Y entonces, de repente, la respuesta ha venido por sí sola. Así, sin avisar, sin querer, las piezas han encajado y algo ha hecho clic en mi cabeza. Sí, me siento extraña, me miro al espejo y veo una imagen de alguien que se parece a mí, pero que no soy yo. Y ahora se cuál es la razón.
Al principio ni si quiera lo notaba, estaba demasiado sumergida en ese velo de aturdimiento que yo misma me cree para no sentir, para no pensar, para no sufrir. Pero ahora ha pasado el tiempo, he tomado distancia, y veo las cosas desde una perspectiva lejana. Ahora lo entiendo todo. Soy yo, pero no soy yo. Soy yo, pero no soy la misma. Soy solo el recuerdo de lo que hubo, la sombra lejana de lo que un día fui. Y no consigo acostumbrarme.
Cuando me levanto ya no pienso en ti lo primero, no tengo la imagen de tu sonrisa constantemente en mi mente, ya no eres aquel con el que sueño cada noche, no paso horas muertas imaginando cómo será la próxima vez que te vea, cómo estarás, si habrás cambiado, lo que sentiré cuando vuelvas a mirarme. Me prohibí a mi misma seguir haciéndolo. Me hiciste tanto daño que solo pensarte me aterraba, me dolía tanto que era incapaz de soportarlo, se me desgarraba el corazón cuando sin querer algo me recordaba a ti. Fue algo inconsciente, no lo hice a propósito. Un mecanismo de defensa surgido de la desesperación y el indescriptible dolor.
Pero poco a poco todo va quedando lejos, cada día un poco más. Y, de repente, vuelvo a necesitarte. No... qué digo. Nunca he dejado de necesitarte. Nunca dejaré de necesitarte. He pasado dos años de mi vida hablando contigo cada día, contando las horas que me quedaban para poder verte, haciéndote feliz, esperando que me aportaras el granito de arena diario necesario para seguir adelante. Y de repente me encuentro aquí, pasados tres meses y sin saber nada de ti. ¿Qué sentido tiene ahora todo? ¿Cuál es el motivo que me impulsa a avanzar hacia delante?
Tú eras mi motor, el centro de mi pequeño universo. La razón de cada una de mis sonrisas, el motivo de todas mis lágrimas, el sentido de cada latido de mi corazón. Siempre fuiste tú, siempre eras tú. He pasado tanto tiempo organizando mi vida en torno a ti que se me olvidó vivir por mí. Ya no sé hacerlo. No encuentro razones para dar un solo paso al frente, no sé que camino tomar, no encuentro la ilusión por seguir.
¿De qué ha servido todo lo que he hecho? Tanto esfuerzo, tanto dolor, tantas locuras, tanto a lo que he renunciado, tanto por lo que he luchado... ¿Qué sentido tiene ahora mi vida? ¿Quién soy yo? ¿Acaso no queda nada en mí además de tu sombra, tu reflejo? ¿Tanto te has llevado que me has dejado vacía? ¿Tanto te he amado que he matado al corazón?

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Comenzar a reír de nuevo.

Reí bajito y en silencio. Oírme a mí misma hizo que se me dilataran las pupilas, maravillada. Estaba riéndome, riéndome de verdad. Me sentía ligera, sin peso, tanto que volví a reírme, y esto hizo que la sensación durara un poco más.
Tropezamos a menudo en la oscuridad a pesar de caminar por el sendero. Aún nos reíamos cuando la casa apareció a la vista. No era una risa profunda, sino más bien ligera y superficial, pero no por eso menos agradable. Estaba segura de que él no había notado el matiz de histeria que teñía la mía. 
No estaba acostumbrada a reír, y me hacía sentir bien y al mismo tiempo muy mal.

domingo, 30 de octubre de 2011

Delirio VII

A veces, me confundía la espesa neblina que emborronaba mis días. Me sorprendía al encontrarme en mi habitación, sin recordar con claridad haber conducido desde la escuela a casa o incluso haber abierto la puerta de la calle. Pero eso no importaba. Lo más elemental que le pedía a la vida era precisamente perder la noción del tiempo.

viernes, 28 de octubre de 2011

Delirio VI

Había una cosa que sabía a ciencia cierta, lo sabía en el fondo del estómago y en el tuétano de los huesos, lo sabía de la cabeza a los pies, lo sabía en la hondura de mi pecho vacío... El amor concede a los demás el poder para destruirte.
A mí me habían roto más allá de toda esperanza.

jueves, 27 de octubre de 2011

Delirio V

Basta. Estoy fuera. De los recuerdos. Del pasado. Pero también estoy perdida. Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas, cuando estás enamorada, las recuerdas como las más bonitas. Porque su simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. En este silencio que hace daño. Basta. Déjame. Ponlo todo de nuevo en su sitio. Así . Cierra. Doble vuelta de llave. En el fondo del corazón, allí, en aquella esquina. En aquel jardín. Algunas flores, un poco de sombra, y después dolor. Ponlos allí, bien escondidos, te lo ruego, donde no duelan, donde nadie pueda verlos. Donde tú no puedas verlos. Eso. Otra vez enterrados. Ahora está mejor. Mucho mejor.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Delirio IV

Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando cada instante es un peso enorme, insostenible. Y resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este pensamiento: Él ya no está. Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no estar tampoco tú. Desaparecer. Plaf.

lunes, 24 de octubre de 2011

Instantes entre delirios.

Sentí una desconocida oleada de entusiasmo ante su sonrisa. Fui consciente de lo mucho que me alegraba volver a verle y esta idea me sorprendió. Le devolví la sonrisa y algo se encajó silenciosamente en su lugar con un clic, como si fueran dos piezas que se acoplan en un puzzle. Había olvidado cuánto me gustaba.

viernes, 21 de octubre de 2011

Delirio III

Me pregunté cuánto más podría durar esto. Quizás algún día, dentro de unos años, si el dolor disminuía hasta el punto de ser soportable, me sentiría capaz de volver la vista atrás hacia esos años que siempre consideraría los mejores de mi vida. Y ese día, estaba segura de que me sentiría agradecida por todo aquel tiempo que me había dado, más de lo que yo había pedido y más de lo que merecía. Quizás algún día fuera capaz de verlo de este modo.
Pero ¿y qué ocurriría si este agujero no llegaba a cerrarse nunca? ¿Y si las heridas en carne viva jamás se curaban? ¿Y si el daño era permanente, irreversible?
Me rodeé el cuerpo con los brazos y apreté con fuerza. Como si nunca hubiera existido, pensé con desesperación. ¡Cómo había sido capaz de hacer una afirmación tan estúpida y tan absurda! Podía haber robado mis fotos y haberse llevado sus regalos, pero aun así, nunca podría devolver las cosas al mismo lugar donde habían estado antes de que le conociera. La evidencia física era la parte más significativa de la ecuación. Yo había cambiado, mi interior se había alterado hasta el punto de no ser reconocible. Incluso mi exterior parecía distinto.
Como si nunca hubiera existido. Menuda locura. Aquella fue una promesa que él no podía mantener, una promesa que se rompió tan pronto como la hizo.

jueves, 20 de octubre de 2011

Delirio II

Poco después me tumbé en la cama, resignada a que el dolor finalmente hiciera acto de presencia.
Resultó algo atroz. Tenía la sensación de que me habían practicado una gran abertura en el pecho a través de la cual me habían extirpado los principales órganos vitales y me habían dejado allí, rajada, con los profundos cortes sin curar y sangrando y palpitando a pesar del tiempo transcurrido. Racionalmente, sabía que mis pulmones tenían que estar intactos, ya que jadeaba en busca de aire y la cabeza me daba vueltas como si todos esos esfuerzos no sirvieran para nada. Mi corazón también debía seguir latiendo, aunque no podía oír el sonido de mi pulso en los oídos e imaginaba mis manos azules del frío que sentía. Me acurrucaba y me abrazaba las costillas para sujetármelas. Luché por recuperar el aturdimiento, la negación, pero me eludía.
Y sin embargo, me di cuenta de que iba a sobrevivir. Estaba alerta, sentía el sufrimiento, aquel vacío doloroso que irradiaba mi pecho y enviaba incontrolables flujos de angustia hacia la cabeza y las extremidades. Pero podía soportarlo. Podría vivir con él. No me parecía que el dolor se hubiera debilitado con el transcurso del tiempo, sino que, por el contrario, más bien era yo quien me había fortalecido lo suficiente para soportarlo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Delirio I

Esperé a ver si regresaban el aturdimiento o el dolor, sabedora de que este último volvería antes o después. Había roto mis propias reglas. Me había acercado a los recuerdos, había ido a su encuentro, en vez de rehuirlos. Me sentía demasiado viva, y eso me asustaba.
Pero la emoción más fuerte que en estos momentos recorría mi cuerpo era el alivio, un alivio que surgía de lo más profundo de mi ser.
A pesar de lo mucho que pugnaba por no pensar en él, sin embargo, tampoco intentaba olvidarle. De noche, a última hora, cuando el agotamiento por la falta de sueño derribaba mis defensas, me preocupaba el hecho de que todo pareciera estar desvaneciéndose, que mi mente fuera al final un colador incapaz de recordar el tono exacto del color de sus ojos, la sensación de su piel fría o la textura de su voz. No podía pensar en todo esto, pero debía recordarlo.
Bastaba con que creyera que él existía para que yo pudiera vivir. Ésa era la razón por la que me hallaba más atrapada en este lugar de lo que lo había estado nunca con anterioridad. En realidad, no me importaba, sabía que él nunca iba a regresar. Mas en caso de irme a cualquier otro sitio, ¿cómo podría estar segura de que él había sido real? Mi certeza flaquearía en un lugar donde no fuera capaz de concebirlo, y no iba a poder vivir con eso.
Era una forma muy dura de vivir: prohibiéndome recordar y aterrorizada por el olvido.

lunes, 17 de octubre de 2011

Nada.

Eres un hijo de puta. Me estás jodiendo la vida, me estás quitando todo lo bueno que tengo, y te estás quedando con todo. Eres el rey de las mentiras y las manipulaciones, por tu culpa apenas tengo a nadie. Disfrutas viendo como sufro día a día, mientras tú sales, y comes bocas, y bailas, y bebes, y follas. No tengo ganas de levantarme mañana, no tengo ganas de tener que afrontar otro día preguntándome qué será lo próximo. No tengo fuerzas para seguir adelante y sonreír como si no pasara nada, no tengo fuerzas para fingir con la gente, no quiero ir mañana a la universidad y tener que hacer como si todo va bien. No puedo. No quiero. Quiero quedarme en la cama, y no despertarme nunca, y pasarme el puto día soñando con que estás conmigo, con que sigues siendo el chico del que me enamoré hace dos años, y no este enfermo de odio en el que te has convertido ahora. Y soy gilipollas, porque a pesar de todo lo que me estás haciendo no puedo dejar de quererte, de echarte de menos, de necesitarte constantemente. No puedo seguir con esto, no puedo vivir esta vida de mierda, no sé qué cojones hacer para que dejes de importarme, para que todo deje de importarme. No puedo ser como tú. No puedo pasarme el día de risas con la gente. Solo soy capaz de sonreír de vez en cuando en compañía de mis amigos más íntimos, y ya está. Necesito que dejes de doler de esta manera, insoportable, cruel, asfixiante. No me dejas vivir. No me dejas respirar.
Tenías razón. Yo no soy nada sin ti.

jueves, 13 de octubre de 2011

Entre lágrimas.

Desde que te fuiste no he vuelto a escribir.
Miro la pantalla del ordenador. Documento en blanco. Y nada más poner un dedo sobre una tecla me invade una ansiedad que no puedo controlar. Y se me llenan los ojos de lágrimas. Y me ahogo. Y siento un vacío en el pecho que me grita que ya no estás. Y tengo que cerrar el ordenador de golpe.
Es la primera vez que escribo en dos meses. Y solo me sale esto, una triste súplica al tiempo pidiéndole que me deje hacer trampas y avanzar hacia atrás. Rogando a quien quiera escucharme que esto solo sea una pesadilla, y que de repente me despierte en mayo de 2010. Y tus labios rozándome las pestañas. Y tú. Y yo. Y tus dedos acariciando lo más prohibido de mi cuerpo. Y tu aliento en mi cuello susurrándome un Te Quiero. Y el azul de tus ojos clavándose en los míos. Y tu cuerpo, y tus manos. Y mi boca recorriéndote entero. Y tu pelo. Y esa sonrisa, y tus promesas. Amor eterno. Estaremos juntos siempre. Solo tú. Nunca voy a dejar de quererte.
Pero no voy a despertar. Mi realidad es que tengo que afrontar tu ausencia día a día, y repetirme mil y una veces que ya no estás, y no vas a volver a estar. Y que yo te necesito, y que yo te dejé marchar. Y que ya no quiero volver a sentir, nunca más. Y que no veo futuro, y que no quiero futuro. Que lo único que quiero es estar entre tus brazos, porque a tu lado nunca me sentía sola. Y que por mucho que me lo repitan no creo que pueda encontrar a otro como tú, ni quiero hacerlo. Solo quiero meterme en la cama y no volver a salir.
Vacío. Ausencia. Nada.

martes, 23 de agosto de 2011

sábado, 13 de agosto de 2011

Qué bien.

Que te dan igual altas que bajas, rubias que morenas, gordas que flacas. Mientras tenga un par de tetas parece que te va bien. Que bien, que lo he entendido. Pero anda que no me jode.

sábado, 23 de abril de 2011

Esta soy yo.

Me han tratado como a una puta. Por eso me he comportado como tal.




Te conocí con 14 años. Tenías los ojos negros y un montón de promesas bajo tu sonrisa. Regalabas caricias con la mirada, hacías que me perdiera entre los rizos de tu pelo y buceara por cada centímetro de tu piel. Me enamoré por primera vez. Te gustaba que me muriera de sed y suplicara tu saliva en silencio. Me dabas cien de cal y una de arena, y yo me conformaba. Meses de ilusión, dulce compañía, noches sin dormir, el corazón que se salía de mi pecho. Pero lo bueno no dura eternamente. Cuando la niña inocente se confiesa enamorada y no escucha lo que ella esperaba. La burbuja de cristal se rompió en mil pedazos, el corazón se resquebrajó, me hundí en un millón de pozos negros de los que tardaría años en salir. Dejé de verte, pero no de perseguirte. Lo único que me quedaba era esperanza. Vivía de un recuerdo que yo misma había inventado. Y a ti te encantaba. No me querías, pero te volvía loco que yo te quisiera. Era una niña y me hiciste adulta de repente. Me matabas de amor y de celos, me contabas todas y cada una de tus historias mientras yo luchaba por seguir respirando. Espantabas a cualquiera que tratara de acercarse a mí; yo era solo para ti, me decías. A veces te acercabas y me rozabas, me dejabas latir una vez contigo y después te marchabas, dejándome ahí tirada, desangrándome y rota de dolor. Aprendí a convivir con el sufrimiento, a dormirme entre lágrimas cada noche y hacer de mi almohada el mar de las almas torturadas. Jugabas conmigo y yo te dejaba, porque todo el dolor merecía la pena sabiendo que después ibas a concederme un instante, una sonrisa, una mirada. Y de pronto un día ocurrió.




Tenía 16 años. Nunca creí que después de lo mucho que había pugnado por olvidarle todo podría ocurrir así de rápido, y el destino jugó sus cartas de la manera más inesperada. Era una tarde de junio. Él me había invitado a la piscina y yo había acudido sabiendo que pasaría las horas torturándome mientras lo veía tontear con alguna amiga suya o rozándome la piel a propósito para ver como cerraba los ojos recorrida por la electricidad. Subí a su piso consciente de que sería una intrusa entre sus amigos, pero compensaba, siempre compensaba. Él abrió la puerta y entonces te vi. Tenías una sonrisa arrebatadora y unos labios que gritaban BÉSAME. Nos miramos y sentí que un escalofrío me recorría la columna. Me desnudaste con la mirada en menos de tres segundos, y por primera vez en mucho tiempo volví a sentir calor en el corazón. Fue a primera vista. Y tú eras su mejor amigo. Pasamos la tarde entre miradas furtivas y sonrisas que escondían deseos prohibidos, entre roces a propósito y jugueteo indiscreto. Eras directo, descarado, eras fuego y yo me moría por arder contigo. Sabías que yo era suya, pero te dio igual, y a mi también. Él asistió incrédulo a la situación que se le iba de las manos, trató de impedirlo pero no pudo. Volvimos a vernos, esta vez sin él, sin nadie, solo tú y yo. Me empujaste a la cama y me arrancaste la inocencia a mordiscos. Me susurraste palabras al oído, y tu aliento en mi cuello me hizo estremecer. TEQUIERO, jurabas, y yo te creí. El hueco que tenía en el pecho se hizo un poco más pequeño, y pensé que me había llegado la hora de volver a ser feliz. Me entregué con miedo y sin desconfianza, tocada por primera vez. Te besé creyendo que me sanarías el corazón. Y entonces te fuiste. No dijiste adiós, ni volveremos a vernos. Me usaste y desapareciste. Te marchaste y te llevaste mi cordura contigo.




Era verano. Sin ninguna responsabilidad, sin ninguna ocupación. Días enteros cubierta de lágrimas que iban a parar a un colchón vacío que invitaba al recuerdo. Muerta por segunda vez, con el corazón tan despedazado que estuve segura de que jamás volvería a sanar. Rota de dolor, me prometí no volverme a enamorar nunca más. Y me refugié en la locura. Me puse en pie y salí a quemar la noche. Zorra. Hice daño antes de que me lo hicieran a mí, utilicé tal y como a mí me habían utilizado. Besé tantas bocas como pude para tratar de olvidar la suya, pero ninguna era igual. Después llegaba a casa y lloraba durante horas sumida en la absoluta certeza de que no me quedaba razón alguna para volver a levantarme. Recordaba, los recordaba a los dos, tan presentes todavía que si cerraba los ojos podía sentirlos. Me maldecía a mí misma por vivir de aquella manera, pero no podía evitarlo. Sin embargo ocurrió algo que me hizo cambiar. Él era mi mejor amigo, al que llevaba dos meses besando y usando sin otro motivo que mitigar mi dolor. Me había apoyado durante aquellos terribles años en los que había sido la peor compañía del mundo, me había secado las lágrimas todas y cada una de las veces, se había dejado utilizar sin preguntar ni pedir nada a cambio. No me daba cuenta de el daño que le estaba haciendo hasta que supe que se había enamorado de mí. Y frené de golpe.




El verano había acabado. Mi mejor amigo seguía a mi lado, pero dejé de confundirle. Entendí que aquel modo de vida no era sano, y busqué otra forma de ahuyentar el dolor: la indiferencia. Enterré cualquier retazo de vida que quedara en mi interior y me resigné a estar muerta. Iba a clase, contestaba cuando alguien me preguntaba algo y sonreía en los momentos oportunos. No sentía nada, ni dolor, ni calor, nada. Sabía que mi corazón seguía latiendo, pero no creía que tuviera ningún sentido. Me había convertido en un fantasma convencido de que su vida había acabado, con tanto miedo a amar que ya no se dejaba querer, sin siquiera recordar cómo era tener ilusión por algo.




Renací con 17 años. Te conocí por casualidad. Nadie sabe por qué ocurren las cosas, pero el caso es que ocurren. Me acerqué mirando al suelo, con ganas de llorar y sin ninguna intención de conocer a nadie. Pero levanté la vista y te vi a ti. Tenías la sonrisa más bonita que había visto nunca, y tus ojos azules me susurraron que se morían por verme sonreir. Algo hizo clic en mi interior. Lo sentí como si fuera un torbellino, me limpié por dentro y me deshice de toda la pena, de todo recuerdo. Con dos manos invisibles me cosiste las heridas del corazón y las pegaste con Loctite, para que nunca más se abrieran. Me abrazaste durante toda la noche, como si fuéramos dos personas que llevaban esperando toda la vida para encontrarse. Me devolviste a la vida sin necesidad de palabras, conseguiste hacer en una noche lo que nadie había hecho en meses. Te besé y sentí que nuestros labios encajaban como las piezas de un puzzle. Y entonces supe que llevaba toda mi vida buscándote. Nos enamoramos con la primera mirada, y ya nada nos separaría jamás. Me hiciste ver que yo valía la pena, que no era solo un juguete de usar y tirar. Me enseñaste que el sexo no está vacío, que las caricias pueden hacerte tocar el cielo. Aprendí que hacer el amor es más que una expresión, y que no hay nada tan dulce como despertarme y rozar tu piel mientras estás aún dormido. Me curaste, me salvaste.


Y hoy, un año y medio después, todavía me siento la princesa prisionera de tus labios.