viernes, 30 de diciembre de 2011

I love someone, mum.

Estos días sonrío. 
Mi madre me mira alucinada cuando me levanto de un salto de la cama en vez de quedarme todo el día arrebujada debajo del edredón. Cree que no la veo cuando se asoma desde la esquina del pasillo para ver cómo me pongo guapa, cómo me pinto los ojos y me doy brillo en los labios, arreglándome como hace tiempo que no hacía. Después me ve salir de casa dando saltitos, con las piernas temblando por los nervios; y vuelvo con una sonrisa tan grande que me duelen las mejillas. En la cena me río por cualquier cosa, hablo más de lo que había hablado en los últimos cinco meses, bromeo y hago tonterías.
"Pareces feliz" me comenta, cautelosa, como si temiera que de un momento a otro su hija apática y taciturna fuese a volver.
Mi madre cree que estoy viéndome con alguien, que me he vuelto a enamorar. Se ha dado cuenta de que tengo el mismo brillo en la mirada, que sonrío con las mismas ganas, que de repente vuelvo a comer, y a dormir, y a hablar. A veces me hace insinuaciones sobre ese chico misterioso, y yo me sonrojo y empiezo a reírme como una niña tonta, lo que no hace más que aumentar sus sospechas.
Ella cree que me he curado de ti.
¿Pero qué diría si supiera que quien me espera debajo de casa metido en un coche rojo eres, precisamente, tú? ¿Qué diría si supiera que no hay nadie nuevo, que no va a haberlo, que sigues siendo el de siempre? ¿Qué diría si supiera que sigo siendo tuya, que no quiero encontrar a otro alguien, que todo lo que un día pareció morir está renaciendo?
¿Qué diría si supiera que el chico misterioso eres tú, el mismo cabrón que me ha jodido la vida?

jueves, 29 de diciembre de 2011

Pero dime ven.

Si tú me dices ven lo dejo todo, si tú me dices ven será todo para ti. Mis momentos más ocultos también te los daré, mis secretos que son pocos serán tuyos también. Si tú me dices ven todo cambiará, si tú me dices ven habrá felicidad, si tú me dices ven, si tú me dices ven. No detengas el momento por las indecisiones, para unir alma con alma, corazón con corazón. Reír contigo ante cualquier dolor, llorar contigo, será mi salvación. Pero si tú me dices ven lo dejo todo, que no se te haga tarde y te encuentres en la calle, perdido, sin rumbo, y en el lodo. 
Si tú me dices ven, lo dejo todo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La vida me sorprende.

Pero, de vez en cuando, quizá también a menudo, ella vuelve a pensar en él. Y de vez en cuando él la llama, se ven, se escapa un beso y quizás algo más, luego se pelean y ella vuelve a decir: "¡Es un imbécil!"
¡Es un imbécil pero le quiere!
¿Qué sentido tiene querer así a alguien?
Bueno, debe de ser verdad, el amor es así, no sabes hacia dónde va, de repente aparece un nuevo personaje y se complica todo.
-Ya vale, pero ¿qué le ves a alguien como él? ¡Es un hijo de puta!
-Ha cambiado un montón, ¡te lo juro!
Pero luego se descubre que ese montón es pequeñísimo y que él sigue siendo el mismo.
-¡Se acabó, basta! -Y es la última vez que se ven.
Sin embargo, los dos saben que no será la última, que habrá otra y otra más...

martes, 20 de diciembre de 2011

Levántate.

¿Tú oyes como late mi corazón?
Yo no, se debe haber descargado.
O no, quizá sí se perciba el fantasma de un latido.
Y todavía se quedará así un tiempo.
Me tocará acordarme de él y será triste o quizá sea bonito, será ridículo o quizá sea muy serio.
Me acordaré de él, de lo que hubo y de lo que no  habrá, de lo que me hubiera gustado que hubiera y no había.
Sin embargo, esta noche me hago una promesa: nunca más dejaré que me tomen el pelo, ni me arreglaré para ir a una cita, ni esperaré llamadas que nunca llegan, ni me pondré a imaginar su sonrisa, su nariz, su pelo; ni me moriré de pena, ni me preguntaré si quiere un beso o algo más, si es que llega el momento de perder la cabeza.
Amaré las canciones, los libros, el mar, las puestas de sol, los árboles... Sé que siempre estarán ahí para mí.
El amor de los hombres es distinto, se va moviendo, va pasando de una cama a otra. ¿Y dónde está él ahora?
Quizá ya ha vuelto a su casa, a sus sábanas, y quizá, por un segundo, él también se lo pregunta: ¿por qué?
¿Por qué se acaba? Y sobre todo, ¿por qué empieza?
Cenas de sonrisas, piernas cruzadas, manos que se sienten solas... ¿Por qué empieza?
Con las personas más absurdas, con esas que si las conoces las evitas, con esas con las que nunca funcionará aunque te parezca por un instante que va de maravilla... ¿Por qué empieza?
No consigo encontrar una respuesta válida, ni una sola.
Y pienso que me he equivocado en todo, desde el primer momento. Y me preguntó qué habría pasado si hubiera aceptado su cita, si hubiéramos hablado, si no hubiese decidido acabar con todo, si le hubiera enviado más mensajes de esos que le gustaban, si no hubiera apartado su cuerpo del mío esa vez, esas veces...
Quizás hubiera sucedido lo mismo, quizá no.
Quizás haya sido mejor así.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

XII.XII.MMIX

Ya ha llegado diciembre. Muy atrás queda ya el calor del verano, esos días de piscina y Sol en los que nos tumbábamos uno al lado del otro y nos besábamos hasta que nos dolían los labios. 
Ya está aquí el invierno, y con él, los recuerdos. Lo increíblemente azules que me parecieron tus ojos la primera vez que te besé. Tus manos heladas recorriendo la curva de mi cintura. Tu boca inexperta abriéndose camino entre mis piernas. Las palabras más sinceras que he oído nunca, un millón de promesas por cumplir.
Dos años.
Y las promesas, las cumpliste todas.

XII.XII.MMIX

Ya ha llegado diciembre. Muy atrás queda ya el calor del verano, esos días de piscina y Sol en los que nos tumbábamos uno al lado del otro y nos besábamos hasta que nos dolían los labios. 
Ya está aquí el invierno, y con él, los recuerdos. Lo increíblemente azules que me parecieron tus ojos la primera vez que te besé. Tus manos heladas recorriendo la curva de mi cintura. Tu boca inexperta abriéndose camino entre mis piernas. Las palabras más sinceras que he oído nunca, un millón de promesas por cumplir.
Dos años.
Y las promesas, las cumpliste todas.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Delirio XXII

Me encontrarás perdida en cualquier bar. Con los labios rojos y el rímel corrido de tanto llorar. Borracha de amor, colgada del brazo de algún chico guapo, que me besa en la boca con la esperanza de pasar un buen rato en mi cama y marcharse mañana. Y me dejo hacer, me rozan sus dedos y siento tu tacto electrizándome la piel. Y cuando me besa me sabe a tu boca, a tus besos de ron con coca-cola. Susurra palabras en mis oídos, mientras yo escucho cómo se aceleran tus latidos. Y me hace el amor. Yo cierro los ojos y aún puedo sentirte, jurándome entre gemidos que nunca vas a irte. Y mientras él cree que me está haciendo suya, tu lengua traviesa lame las heridas que has dejado en mi piel, marcándome a fuego que soy para ti y no de él. Tus ojos azules se clavan en mi alma, recordándole a mi calma las promesas que me hiciste aquella vez, que para toda la vida tú y yo íbamos a ser, que nunca, jamás, me dejarías de querer.

I.

Diciembre.

Quizás bastaba respirar, solo respirar muy lento. Recuperar cada latido en mí, y no tiene sentido ahora que no estás, ahora dónde estás. Porque yo no puedo acostumbrarme aún. Diciembre ya llegó. No estás aquí, yo te esperaré hasta el fin. En cambio no, hoy no hay tiempo de explicarte, ni preguntar si te amé lo suficiente. Estoy aquí, y quiero hablarte ahora.
Porque se rompen en mis dientes las cosas importantes, esas palabras que nunca escucharás. Y las sumerjo en un lamento, haciéndolas salir, son todas para ti, una por una aquí. Las sientes ya, besan y se posarán entre nosotros dos. Si me faltas tú no las puedo repetir, no las puedo pronunciar.
En cambio no, me llueven los recuerdos de aquellos días que corríamos al viento. Quiero soñar que puedo hablarte ahora. En cambio no, hoy no hay tiempo de explicarte, también tenía ya mil cosas que contarte, y frente a mí mil cosas que me arrastran junto a ti.
Quizás bastaba respirar, solo respirar muy lento.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Delirio XXI

Cerraba el portal deprisa y subía las escaleras, sin mirar atrás.
Corriendo.
Porque es instintivo pensar que si te vas corriendo será más fácil no darte la vuelta. Porque te parece que cuanto más lejos estés, más pequeño y distante verás lo que dejas a tu espalda.
Pero las reglas de la perspectiva no son válidas en el amor. Puedes alejarte mil kilómetros, meses, años, pero sólo con volverte un segundo, con bajar un poco las defensas y dejarte vencer por el recuerdo, allí estará, guapo como siempre, con sus ojos pegados a los tuyos, con su mano intentando retenerte, con su barba de algunos días que te irrita la piel, con su boca que viaja sobre tu cuerpo, viaja, sí, porque el amor utiliza extraños medios de transporte.
Bastará ese instante para que al final comprendas que no te has alejado tanto, que no has recorrido mucho camino. Será suficiente para que te sientas frágil, para que vuelvas a sentir esa ansiedad.
Pero todo eso lo comprendí más tarde.
En ese momento me bastaba con huir, subir la escalera deprisa y empezar a pensar en olvidarle.
Pero luego me lo encontraba en el corazón, en un gesto distraído que a él tanto le gustaba, en el pelo suelto para ser acariciado mejor, en la ropa de la primera cita, en los zapatos de la huida, en el pelo color carbón de un chico que paseaba por la calle.
Me lo encontraba debajo de mi casa, en la penumbra de la entrada.
Una rosa en una mano y un "perdona" en la boca.
Y muchas promesas...
Muchas.
-Será todo distinto -decía.
Aceptaba la rosa y le creía.
Subía la escalera con nuevas alas en los pies, con ganas de ponerme a caminar, de nuevo, a su lado.
Cogía la rosa y la ponía en un jarrón.
¡Cuánta agua le daba, cuánta energía!
Pero después de unos días se había marchitado y sabía a viejo.
Nuestro amor era un poco como ella.