domingo, 30 de octubre de 2011

Delirio VII

A veces, me confundía la espesa neblina que emborronaba mis días. Me sorprendía al encontrarme en mi habitación, sin recordar con claridad haber conducido desde la escuela a casa o incluso haber abierto la puerta de la calle. Pero eso no importaba. Lo más elemental que le pedía a la vida era precisamente perder la noción del tiempo.

viernes, 28 de octubre de 2011

Delirio VI

Había una cosa que sabía a ciencia cierta, lo sabía en el fondo del estómago y en el tuétano de los huesos, lo sabía de la cabeza a los pies, lo sabía en la hondura de mi pecho vacío... El amor concede a los demás el poder para destruirte.
A mí me habían roto más allá de toda esperanza.

jueves, 27 de octubre de 2011

Delirio V

Basta. Estoy fuera. De los recuerdos. Del pasado. Pero también estoy perdida. Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas, cuando estás enamorada, las recuerdas como las más bonitas. Porque su simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. En este silencio que hace daño. Basta. Déjame. Ponlo todo de nuevo en su sitio. Así . Cierra. Doble vuelta de llave. En el fondo del corazón, allí, en aquella esquina. En aquel jardín. Algunas flores, un poco de sombra, y después dolor. Ponlos allí, bien escondidos, te lo ruego, donde no duelan, donde nadie pueda verlos. Donde tú no puedas verlos. Eso. Otra vez enterrados. Ahora está mejor. Mucho mejor.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Delirio IV

Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando cada instante es un peso enorme, insostenible. Y resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este pensamiento: Él ya no está. Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no estar tampoco tú. Desaparecer. Plaf.

lunes, 24 de octubre de 2011

Instantes entre delirios.

Sentí una desconocida oleada de entusiasmo ante su sonrisa. Fui consciente de lo mucho que me alegraba volver a verle y esta idea me sorprendió. Le devolví la sonrisa y algo se encajó silenciosamente en su lugar con un clic, como si fueran dos piezas que se acoplan en un puzzle. Había olvidado cuánto me gustaba.

viernes, 21 de octubre de 2011

Delirio III

Me pregunté cuánto más podría durar esto. Quizás algún día, dentro de unos años, si el dolor disminuía hasta el punto de ser soportable, me sentiría capaz de volver la vista atrás hacia esos años que siempre consideraría los mejores de mi vida. Y ese día, estaba segura de que me sentiría agradecida por todo aquel tiempo que me había dado, más de lo que yo había pedido y más de lo que merecía. Quizás algún día fuera capaz de verlo de este modo.
Pero ¿y qué ocurriría si este agujero no llegaba a cerrarse nunca? ¿Y si las heridas en carne viva jamás se curaban? ¿Y si el daño era permanente, irreversible?
Me rodeé el cuerpo con los brazos y apreté con fuerza. Como si nunca hubiera existido, pensé con desesperación. ¡Cómo había sido capaz de hacer una afirmación tan estúpida y tan absurda! Podía haber robado mis fotos y haberse llevado sus regalos, pero aun así, nunca podría devolver las cosas al mismo lugar donde habían estado antes de que le conociera. La evidencia física era la parte más significativa de la ecuación. Yo había cambiado, mi interior se había alterado hasta el punto de no ser reconocible. Incluso mi exterior parecía distinto.
Como si nunca hubiera existido. Menuda locura. Aquella fue una promesa que él no podía mantener, una promesa que se rompió tan pronto como la hizo.

jueves, 20 de octubre de 2011

Delirio II

Poco después me tumbé en la cama, resignada a que el dolor finalmente hiciera acto de presencia.
Resultó algo atroz. Tenía la sensación de que me habían practicado una gran abertura en el pecho a través de la cual me habían extirpado los principales órganos vitales y me habían dejado allí, rajada, con los profundos cortes sin curar y sangrando y palpitando a pesar del tiempo transcurrido. Racionalmente, sabía que mis pulmones tenían que estar intactos, ya que jadeaba en busca de aire y la cabeza me daba vueltas como si todos esos esfuerzos no sirvieran para nada. Mi corazón también debía seguir latiendo, aunque no podía oír el sonido de mi pulso en los oídos e imaginaba mis manos azules del frío que sentía. Me acurrucaba y me abrazaba las costillas para sujetármelas. Luché por recuperar el aturdimiento, la negación, pero me eludía.
Y sin embargo, me di cuenta de que iba a sobrevivir. Estaba alerta, sentía el sufrimiento, aquel vacío doloroso que irradiaba mi pecho y enviaba incontrolables flujos de angustia hacia la cabeza y las extremidades. Pero podía soportarlo. Podría vivir con él. No me parecía que el dolor se hubiera debilitado con el transcurso del tiempo, sino que, por el contrario, más bien era yo quien me había fortalecido lo suficiente para soportarlo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Delirio I

Esperé a ver si regresaban el aturdimiento o el dolor, sabedora de que este último volvería antes o después. Había roto mis propias reglas. Me había acercado a los recuerdos, había ido a su encuentro, en vez de rehuirlos. Me sentía demasiado viva, y eso me asustaba.
Pero la emoción más fuerte que en estos momentos recorría mi cuerpo era el alivio, un alivio que surgía de lo más profundo de mi ser.
A pesar de lo mucho que pugnaba por no pensar en él, sin embargo, tampoco intentaba olvidarle. De noche, a última hora, cuando el agotamiento por la falta de sueño derribaba mis defensas, me preocupaba el hecho de que todo pareciera estar desvaneciéndose, que mi mente fuera al final un colador incapaz de recordar el tono exacto del color de sus ojos, la sensación de su piel fría o la textura de su voz. No podía pensar en todo esto, pero debía recordarlo.
Bastaba con que creyera que él existía para que yo pudiera vivir. Ésa era la razón por la que me hallaba más atrapada en este lugar de lo que lo había estado nunca con anterioridad. En realidad, no me importaba, sabía que él nunca iba a regresar. Mas en caso de irme a cualquier otro sitio, ¿cómo podría estar segura de que él había sido real? Mi certeza flaquearía en un lugar donde no fuera capaz de concebirlo, y no iba a poder vivir con eso.
Era una forma muy dura de vivir: prohibiéndome recordar y aterrorizada por el olvido.

lunes, 17 de octubre de 2011

Nada.

Eres un hijo de puta. Me estás jodiendo la vida, me estás quitando todo lo bueno que tengo, y te estás quedando con todo. Eres el rey de las mentiras y las manipulaciones, por tu culpa apenas tengo a nadie. Disfrutas viendo como sufro día a día, mientras tú sales, y comes bocas, y bailas, y bebes, y follas. No tengo ganas de levantarme mañana, no tengo ganas de tener que afrontar otro día preguntándome qué será lo próximo. No tengo fuerzas para seguir adelante y sonreír como si no pasara nada, no tengo fuerzas para fingir con la gente, no quiero ir mañana a la universidad y tener que hacer como si todo va bien. No puedo. No quiero. Quiero quedarme en la cama, y no despertarme nunca, y pasarme el puto día soñando con que estás conmigo, con que sigues siendo el chico del que me enamoré hace dos años, y no este enfermo de odio en el que te has convertido ahora. Y soy gilipollas, porque a pesar de todo lo que me estás haciendo no puedo dejar de quererte, de echarte de menos, de necesitarte constantemente. No puedo seguir con esto, no puedo vivir esta vida de mierda, no sé qué cojones hacer para que dejes de importarme, para que todo deje de importarme. No puedo ser como tú. No puedo pasarme el día de risas con la gente. Solo soy capaz de sonreír de vez en cuando en compañía de mis amigos más íntimos, y ya está. Necesito que dejes de doler de esta manera, insoportable, cruel, asfixiante. No me dejas vivir. No me dejas respirar.
Tenías razón. Yo no soy nada sin ti.

jueves, 13 de octubre de 2011

Entre lágrimas.

Desde que te fuiste no he vuelto a escribir.
Miro la pantalla del ordenador. Documento en blanco. Y nada más poner un dedo sobre una tecla me invade una ansiedad que no puedo controlar. Y se me llenan los ojos de lágrimas. Y me ahogo. Y siento un vacío en el pecho que me grita que ya no estás. Y tengo que cerrar el ordenador de golpe.
Es la primera vez que escribo en dos meses. Y solo me sale esto, una triste súplica al tiempo pidiéndole que me deje hacer trampas y avanzar hacia atrás. Rogando a quien quiera escucharme que esto solo sea una pesadilla, y que de repente me despierte en mayo de 2010. Y tus labios rozándome las pestañas. Y tú. Y yo. Y tus dedos acariciando lo más prohibido de mi cuerpo. Y tu aliento en mi cuello susurrándome un Te Quiero. Y el azul de tus ojos clavándose en los míos. Y tu cuerpo, y tus manos. Y mi boca recorriéndote entero. Y tu pelo. Y esa sonrisa, y tus promesas. Amor eterno. Estaremos juntos siempre. Solo tú. Nunca voy a dejar de quererte.
Pero no voy a despertar. Mi realidad es que tengo que afrontar tu ausencia día a día, y repetirme mil y una veces que ya no estás, y no vas a volver a estar. Y que yo te necesito, y que yo te dejé marchar. Y que ya no quiero volver a sentir, nunca más. Y que no veo futuro, y que no quiero futuro. Que lo único que quiero es estar entre tus brazos, porque a tu lado nunca me sentía sola. Y que por mucho que me lo repitan no creo que pueda encontrar a otro como tú, ni quiero hacerlo. Solo quiero meterme en la cama y no volver a salir.
Vacío. Ausencia. Nada.