domingo, 13 de mayo de 2012

Fueron tantos los momentos en que lo amé.


Reapareces.
Ocho meses después. Exactamente. A día 12. Como el 12 de octubre en el que nos conocimos. Como el 12 de diciembre en el que empezó nuestra historia. Como el 12 de agosto en el que todo acabó.
Reapareces. Y yo ya no te quiero, ni tú a mí. Pero nos encontramos y nos perdemos en los dos años que compartimos.
Me hundiste la vida y me rompiste el alma. Te quise con rabia y sin límites, con anhelo de infinito, con besos en cada despertar, con cafés demasiado cargados para disimular las noches sin dormir, con lágrimas, con orgasmos brutales y peleas innecesarias. Tú me amaste sin preguntas, sin quejas, sin peticiones; fuiste el loco que venía a mi casa en moto a las tres de la mañana y hacía pintadas con mi nombre en la puerta del instituto; me ofreciste tus brazos de refugio en cada tormenta, te perdiste entre mis piernas tantas veces que perdimos la cuenta, y de repente... FIN.
Otra vida, otro camino. Sin ti. Sin mí. Sin nosotros.
Nos abandonamos. Tú cambiaste de vida y te forraste el corazón de hielo. Yo me perdí en el sabor de otras bocas mientras pensaba en la tuya. Intentamos recuperarnos, pero el rencor pudo más que los sentimientos. Dejaste de quererme. Así, sin más. Desapareciste. Y tuve que aprender a sobrevivir como si nunca hubiéramos compartido la primavera.
Y ahora estás aquí otra vez, como si nada hubiera pasado. Me llamas y me dices que quieres verme, y yo no puedo resistirme a tu voz. Nos reímos, nos miramos, nos besamos. Follamos, nos regalamos orgasmos y caricias, pero ya no hacemos el amor. Somos el recuerdo de lo que un día fuimos. Me acaricias el pelo y yo te beso los párpados. En realidad sabes que siempre estaré ahí para ti. Hablamos del pasado, de nuestra vida juntos; nos pedimos perdón. Yo lloro y tú me secas las lágrimas con los labios. Le suplico al cielo que me permita volver atrás y cambiarlo todo. Pero nada volverá a ser lo mismo. Ambos lo sabemos. Dormimos abrazados con la esperanza de reparar algo del daño que nos hicimos. Me despierto en tu pecho, y eso me calma. De repente el día parece tener un color más bonito. Nos despedimos sin saber si volveremos a vernos; tus besos tienen sabor a para siempre y a nunca más.
Te miro a los ojos. Aunque hayamos cambiado, aunque ya no seamos los mismos, aunque hayas pertenecido a muchas otras después de a mí, sigues teniendo la misma mirada azul de la que me enamoré. Y sonrío entre lágrimas porque sé que una parte de ti seguirá siendo mía siempre.


Lo nuestro no acabó.
Jamás ha acabado.