martes, 2 de abril de 2013

Reflexiones de madrugada.

Es irónico, pero Él se dio cuenta mucho antes que yo. Él fue el primero en decirme "estos quince días fuera te han cambiado". Entonces no lo pensé, pero aquel fue el punto de inflexión. Quince días alejada del mundo, perdida en medio de la nada, contigo. Tú fuiste mi punto de inflexión. Marcaste el momento en el que decidí dejar de sufrir, dejar de quererlo incondicionalmente, dejar de esperarle. Volví a casa con la sensación de que podía comerme el mundo, de que era lo suficientemente fuerte como para cerrar de una vez aquel capítulo que ya duraba tres años. Y me costó, no lo hice de golpe, tuve mil y una recaídas, pero las penas no parecían tan amargas cuando cada martes por la tarde me cosías una nueva sonrisa.
Ha llegado el año cuatro, y he cerrado el libro.
No sé cómo acabará esta historia, no sé si algún día compartiremos las mismas páginas ni si llegaré a comprobar si de verdad los labios te saben a regaliz. Pero me hiciste fuerte y gracias a ti he conseguido superar la pesadilla que estuvo a punto de hundirme la vida. Y, solo por eso, te estaré agradecida siempre.

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