martes, 2 de abril de 2013

Cosas pequeñas.

Me gusta cuando llegas de repente y me llenas de besos y abrazos, simplemente porque te apetece dármelos. Me gusta cuando me miras de esa manera que me hace sonrojarme. Me gusta que nos hablemos siempre sonriendo, y que los demás nos miren como diciendo "¿pero qué les pasa a este par de idiotas?". Me gusta cuando apostamos masajes que al final siempre me acabas debiendo; y que te rebotes cuando el pegajoso de turno viene a darme el masaje que tú no me has dado; y que, cuando poco después cedo y acabo dándotelo yo a ti, el pegajoso me diga "eh, que a mí me debías uno", y tú sonrías mientras le contesto "es que él es mi favorito". Me gusta que juguemos a picarnos y que los demás nos miren sin saber si vamos en broma o en serio, y que acabemos riéndonos a carcajadas y el jefazo diga "estos dos que tanto se pelean... ¡dentro de poco se morrean!", con una de esas expresiones tan características del jefazo. Me gusta que tu brazo roce con el mío por accidente, y que tú no te apartes, y que yo tampoco. Me gusta cuando echas una manta por encima de los dos y me abrazas tan fuerte que acabo chillando. Me gusta que me mires de reojo y que, cuando subo la vista y te pillo mirándome, no retires la mirada. Me gusta que estemos cada uno hablando con un grupo de personas diferente y que nos busquemos con la mirada y nos sonriamos; y me gusta que entonces vengas donde yo estoy y me digas bajito "me voy a la cama ya"; y revolotear de aquí para allá durante unos minutos para que no parezca que subo contigo, mientras suplico que no te hayas dormido ya; y cuando subo por fin encontrarte tumbado en la cama de al lado, sonriéndome. Me gusta que te tumbes a dormir a mi lado a la menor oportunidad, que te acuestes en el borde de tu colchón más cercano al mío, y que yo haga lo mismo y acabemos casi el uno en la cama del otro. Me gusta pasarme horas metidos debajo de tu saco mientras todos duermen, hablando de todo y de nada; y que me quites el móvil y te lo escondas debajo del pecho, y buscarlo entre risas y revolcones. Me gusta cuando decidimos que es hora de dormir, y sacas tu pie del saco y me acaricias las piernas. Me gusta que te piques cuando me tumbo en la cama con alguien que no eres tú; y que pongas voz de niño pequeño cuando me dices "prefieres sus mimos a los míos"; y que te hagas el difícil cuando vuelvo a tu lado y tenga que darte una sesión extra de besos y abrazos para que dejes de poner cara de enfurruñado. Me gusta que me despiertes acariciándome el pelo mientras me susurras "hay que levantarse, corazón"; y que, cuando un cuarto de hora después sigo como una marmota, acabes lanzándome una zapatilla a la cabeza.

Y ya está. Simplemente eso.

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