sábado, 1 de septiembre de 2012

Te amé.

Siempre fuiste intenso. En todos los sentidos. Lo malo era peor. Pero lo bueno era increíble, irreal. Te quería tanto que creía que me iba a explotar el corazón, cuando te miraba y me sentía morir de felicidad. Te quise tanto que te antepuse a mí. Te quise incluso cuando empezaste a odiarme. Te quise todas las veces que me humillaste, que me hiciste sentir infinitamente pequeña. Te quise aquella vez, en aquellos vestuarios. Te quise cuando me insultaste, cuando intentaste que mi mundo se hundiera, cuando, todas esas veces, me hiciste sentir inferior a ti. Te quise cuando jugaste conmigo, cuando me mentiste. Te quise cada vez que me llamaste puta. Te quise cuando me dijiste que querías a otra. Te quise durante todo el tiempo que estuvimos separados. Y cada vez que decidías irte, te seguía recordando, al tiempo en que deseaba que todo te fuese bien, que fueses feliz, y que algún día volvieses a por mí.
Aún no alcanzo a comprender lo muchísimo que te amé. Fue algo tan grande que me rompe los esquemas. Durante más de un año no he estado preparada para dejarte marchar, siempre he esperado que aparecieras otra vez, y otra, y otra más. Pero eso se acabó. Ya no quiero que haya más idas y venidas. 
No te quiero en mi vida. 
Quiero seguir mi camino y ser capaz de sonreír sin recordarte. Quiero reír porque sí y no pensarte cada vez que cualquier esquina de cualquier lugar me recuerde a ti. Quiero vivir. Y quiero hacerlo sin ti.
Me da pena que me des tanta pena. Me da pena que aquel amor tan grande haya acabado así. Porque siempre creí que, después de haberte querido tanto, quedaría en mi corazón un hueco para ti, un hueco que permanecería ahí siempre. Y eso fue así durante mucho tiempo. Pero tú lo has matado todo. Has sustituido cada recuerdo bueno que tenía de ti por otro horrible que preferiría olvidar. Y por eso, me planto aquí. Me planto aquí para siempre. Duele dejarte ir, saber que ya nunca volverás a ser mío, pero duele mucho más todo lo que has hecho durante los últimos doce meses. Y ahora, cuando pienso en ti, ya no me siento triste, ni tampoco sonrío, simplemente sigo adelante, indiferente, como si fueras una persona más que ha entrado y salido de mi vida, como si nunca hubieras sido importante, como si no hubieras sido mi gran amor durante más de tres años.

Lo fuimos todo. Y ahora, gracias a ti, no somos absolutamente nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario